jueves, 9 de agosto de 2012

Lectura sobre los valores: LA FÁBRICA DE SUEÑOS


La fábrica de sueñosHace muchos, muchos años, existió un hombre muy bueno que soñaba con cumplir sueños ajenos. Desde pequeño, los sueños habían sido muy importantes para él. A medida que fue creciendo, se dio cuenta que a muchas personas les era dificultoso hacer realidad lo que soñaban y, lo que era peor, a muchos otros, les era imposible soñar.
Y entonces, soñó la manera de ayudar a la gente a concretar sus sueños, y como lo soñó con todo el corazón, lo hizo realidad. Con todos sus ahorros, construyó así la primera (y única) “Fábrica de sueños”. Muchos dijeron que estaba loco, otros tanto no y lo ayudaron a cumplir su meta.
Trabajaron muy duro y construyeron un edificio con muchas oficinas. La fábrica tenía diferentes dependencias: “Sueños de grandeza”, “Sueños de gloria”, “Sueños sencillos”, “Sueños de amor” y en el último piso y atendida por su dueño, estaba la oficina de los “Sueños Imposibles”.
A esta última costaba un poco llegar, pero se llegaba siempre porque para Mario, su dueño, no había ningún sueño que no se pudiera hacer realidad. Luego de mucho trabajo, muchas críticas y algunos elogios, la fábrica se inauguró. Como de sueños se trataba y de esos que se sueñan despiertos, cada persona que entraba veía a la fábrica de diferente manera.
A quienes tenían sueños de grandeza, la fábrica les parecía el edificio más imponente que hubiesen visto jamás. Por el contrario, los que soñaban una vida simple, veían en ella sólo una simple construcción, cálida y agradable. Dicen que quienes soñaban con ser artistas, podían escuchar, al entrar, música que nadie tocaba y aplausos que nadie brindaba.
Los que soñaban con un gran amor, aseguraban haber sido atendidos por un angelito que los guiaba con una flecha a su destino tan ansiado. Y como siempre se dijo que “soñar no cuesta nada”, Mario jamás cobró por sus servicios.
La fábrica trabajaba día y noche buscando amores correspondidos, teatros a sala llena con público que aplaudiera de pie, o logrando –simplemente- un helado de siete sabores. Pero, sin dudas, su mayor esfuerzo era enseñarles a las personas que para los sueños, también hay que trabajar y luchar.
Esta era la parte más difícil del trabajo de Mario. La gente llegaba a su fábrica creyendo que, con sólo expresar en voz alta su deseo, el mismo ya podría ser cumplido.
- A un sueño, hay que ayudarlo – Decía siempre Mario- hay que trabajar para lograr lo que uno desea y a veces mucho -Agregaba a sus sorprendidos clientes.
Muchos no lo entendían y se retiraban de la fábrica enojados y desilusionados. Por el contrario, quienes sí entendían de qué se trataba, trabajaban duramente por lograr su cometido.
Y así era que podía verse en cada oficina, personas estudiando mucho, entrenando, ensayando, reflexionando sobre sus defectos para poder hacer felices a otros. Magos que aprendían trucos sin trucos, payasos que ensayaban rutinas insólitas por lograr la risa más sonora que se hubiese escuchado jamás.
También había cocineros probando sabores nuevos, recetas locas, combinaciones exóticas, todo por lograr el plato ideal, la comida más rica jamás preparada. Había muchos escritores que borraban, volvían a escribir, hacían bollitos de papel y todo en busca de su tan ansiado libro y otros, que soñaban con salvar el planeta que iban recolectando y reciclando todos los residuos que la fábrica generaba.
Fueron tiempos felices, donde la mayoría de la gente empezó a entender que un sueño no sólo se sueña, se construye, se defiende, se sostiene y luego se logra.
Dicen, quienes recuerdan aquellos tiempos, que mientras la fábrica estuvo abierta hubo menos robos y los noticieros daban más noticias buenas que de las otras. También aseguran que la gente enfermaba menos y entonces, médicos y enfermeras usaban el tiempo libre que tenían en concretar sus propios sueños. Los ahorros de Mario se iban acabando, mucho había invertido y nada ganaba, sin embargo él no pensaba en eso y seguía adelante.
- Deberíamos empezar a cobrar ¿no le parece Mario? –Preguntaba, Tomás fiel colaborador.
- De ninguna manera ¡Cobrar por ayudar a cumplir un sueño! ¡Ni soñando!
- Las reservas se acaban, yo se lo que le digo –Insistió el joven.
Sin embargo, Mario hizo oídos sordos a lo que decía su colaborador. Era consciente que ya casi no había dinero para sostener la fábrica en marcha, pero su deseo de seguir ayudando pudo más.
Tomás trataba de ajustar lo más que podía el presupuesto, pero sabía que tarde o temprano, en realidad, más temprano que tarde, el dinero se acabaría por completo.
- ¿Has visto Tomás? Esa joven ha encontrado el amor- Comentó entusiasmado, un día Mario.
- No queda plata en el banco –Dijo el joven.
- A propósito, se ha recibido de doctor Don Julio, a los setenta años.
- Me alegra señor –respondió el joven.
- Pues sonríe entonces ¿dónde está tu alegría?
- No hay dinero señor, no lo hay ¿cómo podremos seguir?
Mario no respondió. No toleraba la idea de perder la fábrica. Y llegó el día tan temido. La fábrica cerró sus puertas. Mario no fue el único que sufrió la pérdida, pero si fue el que más lo hizo. Sentado en lo puerta del gran edificio ya vacío, pensaba en que no había hecho las cosas bien y se culpaba por no haber escuchado a Tomás.
Comenzó a invadirlo una gran sensación de fracaso. Al día siguiente de cerrar la fábrica, Tomás volvió a ella, sabiendo que encontraría a Mario, como siempre, como todos los días.
Se sentó a su lado, en el umbral de la puerta. Mario no apartaba la mirada del suelo.
- He fracasado – Dijo Mario sin mirar al joven.
- Ya lo veremos – Respondió Tomás.
Mario no entendió las palabras de su amigo, pero no tardaría en hacerlo.
Con el tiempo comenzó a darse cuenta que la mayoría de las personas habían aprendido que soñar era mucho más que desear algo. Vio que el fruto de su esfuerzo se reflejaba en niños sanos, amores correspondidos, aplausos sentidos y gente feliz.
Se dio cuenta que, a pesar de que la fábrica hubiese tenido que cerrar sus puertas, la gente no sólo no había dejado de soñar, sino que trabajaba con ahínco por lograr sus metas.
No había sido en vano, no había soñado un sueño imposible. Había abierto en cada persona una puerta que ya no podría volver a cerrarse.
Y entonces fue feliz, aún más de lo que había sido siempre.

Tarea
1. Después de leer el cuento contesta esta  pregunta: Cuál es la relación del título con el contenido del cuento?
2. Escribe tu comentario y deja tu pregunta para el siguiente participante.

lunes, 26 de marzo de 2012

El humor de Mafalda


 
Actividades
1. Lee las tiras de la niña filósofa y luego emite tu opinión al respecto.
2. ¿Quién fue el autor de "Mafalda"? Agrega  una breve reseña sobre el mismo.
3. Deja una pregunta para el siguiente participante de este blog.... algo que le haga pensar en el mensaje del humor de Mafalda!

lunes, 16 de enero de 2012

MI PERRO BOLITA, León Tolstoi

(León Tolstoi)
Mi perro se llamaba Bolita. Era un dogo negro, con las patas delanteras blancas. Una característica de los dogos es tener la mandíbula inferior más prominente que la superior y, en consecuencia, los dientes de abajo quedan montados sobre los de arriba. Bolita tenía este rasgo tan acentuado que, entre sus dos hileras de dientes, cabía más de un dedo. Sus colmillos sobresalían de su ancho hocico, y sus ojos muy grandes relampagueaban. Era muy luerte, pero afortunadamente no mordía, ya que cuando se agarraba de algo con los dientes, las mandíbulas se le trababan y era imposible desprenderlo.
Recuerdo que en una oportunidad lo azuzaron en contra de un oso, al que cogió por una oreja, y se quedó allí, aferrado como una sanguijuela. El oso lo zarandeó sin lograr zafarse. Desesperado se tiró al suelo, tratando de aplastarlo, pero Bolita no le soltó la oreja. Para que lo hiciera tuvieron que lanzarle baldes de agua fría.
Yo lo recibí cuando era un cachorrito y siempre lo cuidé personalmente. Sin embargo, no quería llevármelo al Cáucaso, así es que lo hice encerrar y me fui sigilosamente.
Cuando llegué a la primera estación, donde tenía que cambiar de carruaje, observé avanzar por la carretera un bulto negro y brillante. Era mi perro Bolita que venía a galope tendido, y apenas me descubrió se me lanzó encima, lamiéndome las manos. Temblaba, respirando fatigado, casi sin aliento.
Más tarde supe que Bolita había roto los vidrios de una ventana y saltado desde allí para seguirme. Me encontró después de recorrer veinticinco kilómetros, desafiando un calor sofocante.
TAREA
a. Quién es el autor? Investiga su biografía on line.
b. Por qué el perro es más fiel amigo que el propio hombre ?
c. Deja tu nueva  pregunta para reflexionarla!!!